
La Dirección Sectorial de Planificación Educativa de la ANEP presentó los resultados de la segunda edición de la Encuesta Nacional Anual sobre Procesos Educativos (ENAPE). Asimismo, el Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEEd) compartió los hallazgos del Informe acerca de los Facilitadores de los Centros María Espínola.
La ENAPE es una herramienta diseñada para recoger información periódica sobre las percepciones y opiniones de directores y docentes de la ANEP acerca de las prácticas educativas y de gestión que se desarrollan en los centros educativos. Además, colabora con la administración para la toma de decisiones en materia de política educativa.
El análisis presentado recoge los resultados del relevamiento realizado entre octubre y noviembre de 2024. Analaura Conde y Alberto Villagran, referentes del equipo técnico de la Dirección Sectorial de Planificación Educativa, fueron los encargados de presentar las principales conclusiones de este estudio.
Conde explicó que el foco central de la ENAPE fue la implementación de la Transformación Curricular Integral (TCI). Además, dio cuenta que aborda aspectos de la vida institucional, la gestión de los centros y la convivencia.
“No se trata de una evaluación de la TCI sino que el objetivo fundamental es conocer cómo los directores y docentes percibieron este proceso denominado Transformación Educativa, qué cambios reconocen en ese trayecto, qué tensiones identifican y dónde se sitúan algunos de los desafíos que evidencian o refieren”, sostuvo.
El estudio fue realizado a partir de una consulta efectuada a 274 directores y a 1.715 docentes, cuya colaboración fue clave para elaborar el informe.
La especialista señaló que la percepción de las prácticas educativas a partir de los datos extraídos de la encuesta, presentan una realidad heterogénea. “El impacto percibido de la TCI varía en forma muy significativa según el lugar desde el cual se mira. Si hablamos desde el rol de los directores o desde la mirada de los docentes, allí aparecen matices y lo mismo sucede si nos situamos en educación Primaria o en Media”.
Conde afirmó que existe un consenso más sólido acerca de los cambios implementados en Primaria y en los centros que ofrecen Educación Básica Integrada (EBI), donde el enfoque por competencias y un mayor uso de las metodologías activas, fueron recibidos de una manera más favorable.
Sin embargo, explicó que en la educación Media Superior la percepción de impacto es sensiblemente menor y emerge con fuerza una tensión que atraviesa buena parte del relevamiento. “Los directores perciben avances en la interdisciplinariedad y en el aprendizaje basado en proyectos que promueve la TCI. Por su parte, la mayoría de los docentes señala que sus formas de trabajo no han cambiado de manera sustantiva. Muchos docentes expresan que la TCI le puso un nombre a prácticas que ya realizaban, como el trabajo en equipo y el uso de tecnologías”, analizó.

Evaluaciones
La referente indicó que el área donde se concentran las mayores resistencias técnicas es la evaluación, ya que aunque se reconoce un avance en la priorización de algunos contenidos y competencias, cómo evaluar sigue configurando una zona de tensión. “La retroalimentación formativa y el diseño de instrumentos por competencias son percibidos como tareas complejas, evidenciándose una brecha entre la propuesta pedagógica de carácter más técnico, y la capacidad operativa para llevarla adelante”.
Los documentos curriculares que acompañaron a la TCI fueron valorados como guías útiles para organizar la tarea docente, pero se destaca una crítica principal que apunta al proceso de implementación. Los docentes adoptaron posiciones más críticas respecto a su formulación.
Con respecto a los cinco cursos de formación impartidos durante la puesta en marcha de la TCI, el estudio revela un alto nivel de participación y aprobación, especialmente en los cursos de carácter general. “Entre los directores estos valores se ubican en torno al 80%. Cuando la formación se focaliza en aspectos más específicos como la planificación, evaluación, metodologías activas o interdisciplinariedad, la participación disminuye. No obstante, más de la mitad del colectivo docente participa y aprueba estas instancias”, destacó.
Entre los directores predomina una valoración positiva de estos cursos, especialmente en Primaria, donde se destacan aportes para la gestión y el acceso a documentos e insumos concretos para el trabajo institucional. En el caso de los docentes, la evaluación es más heterogénea. Las opiniones se dividen respecto a la utilidad real de la formación, tanto para planificar el trabajo en el aula, como para desarrollar las formas de evaluación, para la implementación de programas y para trabajar con metodologías activas.
“Una de las conclusiones a las que arribó el estudio, es la necesidad de contar con una formación más situada, continua y con cierta contextualización, especialmente en la educación Media”, planteó.
Ambos colectivos cuestionan el carácter novedoso de los contenidos, señalando que no representan una ruptura clara con respecto a enfoques previos. Al diferenciar la estructura de los planes y el contenido de los programas, los datos muestran que la estructura técnica del currículo es mejor valorada por los equipos de gestión, mientras en el aula, muchos docentes perciben continuidades más que transformaciones profundas o sustantivas.

Educación Media
Con respecto al plan EBI, en Primaria predomina una posición de equivalencia en aspectos clave como la continuidad de las trayectorias, el acompañamiento y el abordaje interdisciplinario. No obstante, este plan es valorado por presentar ventajas con respecto a formatos de evaluación más adaptados a los estudiantes y una mayor autonomía sobre las trayectorias educativas.
Los directores también destacan la navegabilidad entre Secundaria y UTU como un rasgo distintivo del plan. Sin embargo, existen tensiones con respecto a los aprendizajes, percepción expresada por los directores y docentes, quienes manifiestan reservas acerca de si el cambio de plan se traduce en mejoras efectivas en los resultados de aprendizaje.
Por otro lado, los directores de la educación Media Superior consideran que tanto el plan actual como los anteriores, favorecen de forma similar la vinculación con el mundo del trabajo y el nivel de los aprendizajes.
Además, reconocen la navegabilidad entre los subsistemas, los espacios de acompañamiento orientados a los estudiantes y la posibilidad que brinda de autonomía estudiantil a la hora de construir trayectorias más independientes y autónomas. Los docentes coinciden en resaltar estas fortalezas, pero introducen una diferencia significativa, ya que en términos de aprendizaje valoran de forma más positiva los planes anteriores.

Aportes al monitoreo
Por su parte, Alberto Villagran dio cuenta que el estudio revela un consenso entre los docentes y directores encuestados con respecto a que el sistema educativo requería cambios. “En este sentido, coincidieron que la TCI aportó algunos de esos cambios. Esos aportes se asocian sobre todo a la centralidad otorgada a las metodologías de trabajo, que aunque no se perciben como completamente novedosas, tienden a potenciar y a ordenar prácticas preexistentes, especialmente en Primaria y educación Técnico Profesional”.
Villagran reflexionó que la contracara de este proceso ha sido la velocidad en su implementación, “vivida con altos niveles de estrés por parte de directores y docentes debido a la sobrecarga de tareas frecuentemente caracterizadas como administrativas, aunque también señalan a las actividades pedagógicas”.
Con respecto a los aprendizajes, indicó que el análisis de las percepciones en este sentido es más complejo. “Se observan valoraciones más positivas entre directores y docentes de Primaria, que en la educación Media son marcadamente más críticas. Esto podría vincularse con las formas en que los colectivos docentes han transitado e internalizado esta transformación”.
Por último, subrayó que los hallazgos del relevamiento reafirman la complejidad del proceso y la importancia de sostener un monitoreo permanente que incorpore la voz de los actores educativos en este tipo de procesos.

Facilitadores de gestión
Por su parte, Fedora Carbajal del área técnica del INEEd, compartió los resultados del Informe sobre Facilitadores de los Centros María Espínola. El estudio analiza el diseño, implementación y los aportes de esta figura clave en el acompañamiento a los centros educativos y en la consolidación de una gestión con foco en el liderazgo pedagógico. El documento caracteriza el rol del facilitador, sus principales tareas y la modalidad de trabajo.
Para emprender el trabajo, el INEEd se nutrió del análisis documental provisto por la ANEP y de treinta entrevistas en profundidad. También utilizaron los datos extraídos de una encuesta realizada a docentes de los centros María Espínola en 2024, que tuvo una tasa de respuesta del 80%.
El informe se enfocó en cinco centros María Espínola de Montevideo y en tres del Interior. Cuatro de ellos pertenecen a Secundaria y los cuatro restantes a la UTU.
Carbajal indicó que entre 2021 y 2025 se incorporaron 60 centros María Espínola, de los cuales más del 80% trabaja con población de los quintiles 1 y 2. Asimismo, en este período la matrícula se incrementó de 1.742 a 7.900 estudiantes aproximadamente.
El estudio se enfoca en la gestión estructurada con base a proyectos institucionales, uno de los componentes de la propuesta educativa. “Este aspecto se basa en el trabajo sobre un proyecto desarrollado para el centro educativo y en la autoevaluación institucional, donde el facilitador cumple un rol fundamental. El facilitador fue creado para apoyar a los centros en la elaboración, gestión y evaluación de proyectos durante 3 años”, precisó.
De este modo, la referente explicó que cada centro tiene el cometido de elaborar e implementar su proyecto institucional, realizar autoevaluaciones anuales y diseñar e implementar planes de mejora basados en los resultados. El facilitador es el encargado de guiar todas las etapas, apostando a que las opiniones de los directores y docentes sean incorporadas en la autoevaluación de los proyectos.
La especialista manifestó que las entrevistas revelaron una buena complementariedad entre los facilitadores y el equipo de los centros educativos. No obstante, también se registraron resistencias que luego fueron superadas.
Lo facilitadores reconocieron la importancia del proceso de trabajo, en relación a la construcción de confianza y a la clarificación del rol. Asimismo, percibieron que la articulación con la unidad de gestión de centros fue positiva, ya que en las reuniones de coordinación encontraron espacios de acompañamiento necesarios con un enfoque horizontal y complementario.
Con respecto a la percepción del acompañamiento de los facilitadores, más del 70% de los docentes la valoraron de manera constructiva. “El apoyo a los proyectos institucionales fue considerado de manera positiva y la documentación y sistematización de acciones también, ya que permitió apostar a una cultura de colaboración y registro y redundó en la mejora de la gestión de los directores”, detalló.
Los docentes entrevistados también destacaron que los facilitadores propiciaron espacios de intercambio colaborativo. El rol del facilitador fue importante en la medida en que ayudó a implementar los primeros procesos de trabajo dentro de los centros.
Por otra parte, “resaltaron que el acompañamiento que realizaron transmitió una mirada externa, fresca y no condicionada, ya que la mayoría de los facilitadores no trabajaban en el centro”.
Políticas educativas
La consejera del Consejo Directivo Central, Elbia Pereira, celebró los aportes de los estudios y la importancia de contar con las percepciones de docentes y directores. “Estos análisis nos darán insumos muy importantes para tomar decisiones de los rumbos que queremos. Estamos en un proceso de revisión. Es un trabajo muy importante escuchar todas las voces y tomar insumos de esas voces”.
Por su parte, el director sectorial de Planificación Educativa, Andrés Peri, aclaró que el relevamiento ENAPE constituye “un monitoreo de percepciones, y no una evaluación de la TCI, pero quizá es un buen insumo para introducir en la revisión actual sobre la TCI. Es bueno tomarlo como una de las voces en la discusión, ver qué aspectos tienen los docentes a favor y en contra, y ser parte de un punto de partida en este proceso de seguir avanzando en la revisión de los cambios que esta administración quiere en esas dimensiones específicas”.
Antonio Romano, director ejecutivo de Políticas Educativas, señaló como un acierto del Consejo Directivo Central “plantear la importancia de dar a conocer los resultados de las investigaciones vinculadas a las políticas que se están implementando y que se implementaron en períodos anteriores, respetando el trabajo técnico de los equipos y haciéndolo público”.
Por último, el presidente del INEEd, Martín Pasturino, sostuvo que la investigación realizada sobre los facilitadores fue de carácter demoscópico, es decir, “que tiene que ver con las percepciones de los docentes y de los directores. Eso estrecha mucho el campo de información, porque en esta perspectiva de las políticas públicas lo que uno tendría que ver es el conjunto total de actores: los padres, la población y el sector privado. Esto se trata de percepciones de los actores. Es muy importante”.